"Yo tengo que hablar con el vicepresidente de la República hoy mismo", le dijo Patricia Madrid al encargado de prensa de Raúl Sendic en la media tarde del 23 de febrero de 2016. Interrogada sobre el porqué de la urgencia, la respuesta fue concisa: "Es por un tema personal de él, tiene que ser hoy". "Ok. El vicepresidente te llama en 10 minutos", le contestaron. En la redacción del diario El Observador solo dos personas sabían lo que estaba pasando esa tarde, la periodista, y el editor jefe, Gonzalo Ferreira, que le había puesto dos condiciones en las dos semanas de investigación. La información tenía que estar 100% confirmada y la última llamada era a Sendic.
Las semanas entre el "golpe en la frente" –por un comentario perdido en una cena con amigos en la que hablaron sobre el vicepresidente y su carrera– y la publicación en la que se afirmaba que Sendic, protegido del expresidente José Mujica, no tenía título universitario estuvieron marcadas por una una periodista que debió desenmarañar la estructura de una universidad como la de La Habana. Pero no la Universidad de La Habana actual, si no de los años 80, cuando Sendic había estado allí. Y no podía fallar.
Todas las fuentes la llevaban a lo mismo. Primero, se contactó con personas que en su currículum vitae tuvieran alguna referencia en especializaciones científicas en la Universidad de la Habana en los años 80, la base de datos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). Nadie sabía nada de una carrera en genética humana.
Pero Madrid quería ir a la fuente. Quería una respuesta de la Universidad de La Habana y por eso intentó tratar con el vicerrector académico de la universidad. Se presentó oficialmente y contó que estaba "estudiando la historia del vicepresidente de Uruguay" y quería hacer unas consultas. La refirieron a un mail y una semana después le contestaron que no le iban a dar ningún tipo de información.
El trabajo seguía. A los días, volvió a llamar a La Habana, pero no fue periodista. Era una estudiante uruguaya interesada en poder hacer una carrera en genética humana. "Yo quería que me dijeran si la carrera existía o había existido, en mi mail anterior no había especificado de qué carrera hablaba. Me dijeron que no se brindaba esa carrera y les dije que yo conocía uruguayos que habían ido a Cuba y que me habían hablado de esa carrera. Pregunté si había alguna especialización o máster y me respondieron que no había absolutamente nada", rememoró.
Tenía archivo en el que Sendic se decía licenciado y firmaba como tal. Sabía que la carrera no existía. El 23 de febrero de 2016 Patricia Madrid tuvo todos los elementos para llamar al vicepresidente de la República y afirmar que no era licenciado, como él decía hacía más de 20 años.
No era fácil. Su lista, la 711 había arrasado en las internas frentistas un año antes y por eso el candidato Tabaré Vázquez lo aceptó como vicepresidente. Era protegido por José Mujica y todo el Frente Amplio había respaldado su gestión en Ancap. Cuando asumió en 2015, el Parlamento consideró que habían elementos opacos en la empresa estatal y en el segundo semestre se instaló una comisión investigadora. "Los números estaban tan en rojo que iban a tener que capitalizar, había que hacerle una inyección de dinero. Sendic termina el 2015 en el ojo de la tormenta, pero era vicepresidente", recordó Madrid.
Ella le ofreció al encargado de prensa de Sendic ir hasta el Palacio Legislativo. La redacción del diario, en la calle Cuareim, estaba a pocas cuadras. Pero la respuesta fue que él la llamaría.
El editor jefe se tenía que ir a una reunión y le dijo: “Procurá que sea una entrevista, grabada, con todo el marco que eso significa”.
Madrid se encerró en la sala de lactancia del diario y pidió un grabador a una compañera porque ella no tenía el suyo. El vicepresidente la llamó y le preguntó qué pasó.
—La consulta respondía a una cuestión vinculada con su carrera.
—Sí, qué pasó.
—Con respecto al tema de la licenciatura en genética humana.
—Ajá.
—Porque no encuentro esa carrera por ningún lado, específicamente en la Universidad de La Habana no la encuentro.
—Yo lo que hice fue una preparación para la docencia genética, que era un curso rápido. Nunca ejercí ni como licenciado ni investigador en genética, más que en un equipo en La Habana que trabajaba en investigaciones genéticas relacionados a los cromosomas sexuales" —señaló el vicepresidente en esa conversación telefónica que El Observador publicó completa.
El "curso rápido", según Sendic, fue de un año.
Salió de la sala en la que se había encerrado con una confesión en la mano. “Lo llamé a Gonzalo a decirle que saliera de la reunión. Íbamos a tener que dar vuelta el diario”, recordó. Por primera vez le contaron a todos qué había pasado y todos los periodistas de Actualidad escucharon una y otra vez el audio. Querían estar seguros que había dicho lo que todos habían escuchado.
Ferreira hizo la tapa. Ella terminó la nota, que ya tenía casi toda escrita desde antes de hablar con Sendic.
La nota vio la luz el 24 de febrero de 2016 y no se hablaba de otra cosa, pero la agenda de Sendic se mantuvo incambiada. Recibió a la vicepresidenta argentina Gabriela Michetti y sobre las 15 horas dio una conferencia junto a ella en el Parlamento. Una vez que su par se retiró, comenzó un monólogo “a partir de información publicada”. Madrid, entre otros periodistas presentes, escuchó como negaba algo que un día antes le había confirmado y cuya grabación estaba publicada. Aseguraba que era licenciado, pero no iba a aceptar preguntas.
“Después de eso fue una cosa de nunca acabar”, sostuvo. Declaraciones del Frente Amplio. Declaraciones de la oposición. Lucía Topolanksy diciendo que había visto el título y el partido asegurando que el certificado llegaría desde Cuba.
Lo único que le molestó –dijo la periodista– fue una declaración del FA en la que expresaban que “que los medios de comunicación socavaban la institución democrática del país”. “Para mí ese comunicado fue determinante. Que nos traten como si fuéramos títeres de poderosos que manejan los medios, para después tratarnos de títeres con palabras adornadas, para mí fue indignante. Ese para mí es el error más grande que comete el FA”, consideró.
*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.
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