Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

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Un político que asume pero no olvida

¿Al presidente le importa mucho lo que piensen de él y la corrección política?
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09 de septiembre de 2015 a las 05:00

No es suficiente la disciplina de la politología para comprender y aprehender la forma de actuar y pensar que modela la personalidad del presidente Tabaré Vázquez. Probablemente se necesite un ateneo con algún sociólogo, psicólogo y, sin dudas, algún médico para contemplar todas sus aristas. Él, según ha dicho, hace un permanente análisis científico de la realidad. Pero, claro, tiene algunas pasiones que por momentos lo desbordan. Es un pragmático. Pero, claro, no es suicida. Es personalista. Pero, siendo frenteamplista, no puede no ser un hombre de partido.

Hace permanente alusión a cumplir con lo que promete. Pero sabe que la política tiene caminos sinuosos. Y tiene una memoria prodigiosa. No olvida. Puede parecer que sí, pero no olvida.

¿Le importa mucho lo que piensen de él y la corrección política? Que lo digan la legión de militantes proaborto que aún hoy no le perdonan su visión científica (¿filorreligiosa?) sobre el tema.

¿Le importa mucho que lo acusen de violentar libertades individuales cuando la pasión por algún tema lo tiene convencido de algo? Que lo digan los fumadores empedernidos, para quienes sacar un cigarrillo en una reunión social es hoy casi como desenfundar un arma. ¿Le importa el funcionamiento institucional del Estado cuando este es un obstáculo para sus propósitos? Que lo digan los docentes que tuvieron que aprender computación de apuro porque el Plan Ceibal puso en tela de juicio el santo y seña de nuestra caduca educación: el docente era el que sabía y el alumno el que ignoraba.

En las últimas semanas hubo dos episodios que pusieron en juego las formas de actuar en política del presidente. Uno de ellos fue el de la esencialidad en la educación. Él lo había anunciado y en ese momento nadie le salió al cruce. Es más, su vicepresidente, Raúl Sendic, se manifestó en la misma línea. Cuando aplicó la esencialidad, o intentó aplicarla, lo dejaron solo. Ni Sendic salió a quebrar una lanza por el presidente. Se tuvo que tragar el sapo. Por delante hay anuncios de algunos cambios en la educación, como la exigencia de resultados y un único ciclo de los 3 a los 14 años. ¿Podrá esta vez el presidente con los gremios a los que en su primer mandato les aumentó la cuota de poder que tenían? El signo de interrogación es enorme.

El segundo episodio fue el del TISA. Su canciller y su ministro de Economía estaban jugados a participar de las conversaciones de ese futuro acuerdo multilateral. Pero él había dicho que consultaría al Frente. Y el Frente le dijo que no. Y Vázquez cumplió con la palabra empeñada. Otra vez, como había hecho con los docentes, le dio poder de decisión a sectores políticos que son minoritarios en el país si se los compara en este caso con los que están a favor del TISA.

Cuando uno pasa raya llega a dos conclusiones que pueden parecer contradictorias pero son evidentes porque los antecedentes están negro sobre blanco: la primera es que Vázquez fue fiel a sus promesas y que cuando no las pudo cumplir fue porque, como en el caso de la esencialidad, la realidad de una fuerza política que lo dejó solo era insoslayable. Puede gobernar con la oposición dicen algunos. ¿Qué político, a poco de asumir, se pondría a todo su partido en contra para tomar dos o tres decisiones con votos ajenos? La segunda conclusión es que los caminos que Vázquez recorrió por esa mezcla de respeto a los compromisos asumidos y pragmatismo, resultaron negativos para el país. En la educación es evidente, en el TISA el futuro lo dirá, pero parece que también.

Todo indica que para Vázquez no habrá tercera oportunidad y también todo indica que en esta segunda gestión las adhesiones y fidelidades no son las mismas que tuvo en su primer mandato. Ya quedó demostrado.

Sobre lo primero, cabe esperar que, fiel a su consigna de que lo prometido se cumple, deje en la educación alguna herencia que permita recordar este mandato como el primero será recordado por el Ceibal. Sobre lo segundo, sobre los silencios con ribetes de traición que lo dejaron solo cuando la esencialidad, cabe esperar que Vázquez aplique sus dotes de conductor –a veces con perfiles autoritarios– y llegado el momento, apelando a esa memoria, les dé un revés a los suyos, como se los dio con el aborto o con el Ceibal. Las mayorías seguro lo aplaudirán.

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