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Sobre los futuros de la educación en el Uruguay

Sobre los futuros de la educación en el Uruguay: escribe Renato Opertti
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23 de diciembre de 2023 a las 05:02

La humanidad se encuentra en un punto de inflexión de su historia que o bien, dejamos que las cosas sigan el decurso asumido como ”normal” y una consecuencia previsible y prevenible es legar un mundo y un planeta insostenible para las nuevas generaciones, o bien se tiene el coraje, la generosidad y la experticia de cementar un nuevo orden civilizatorio que priorice la supervivencia, el bienestar y el desarrollo de las nuevas generaciones. Aterrizado a la región y en particular al Uruguay, creemos en la perentoriedad de idear, consensuar e implementar un nuevo ciclo de políticas públicas que se haga valientemente las preguntas sobre los futuros a forjar alternativamente a quedar encapsulado en defender a capa y a espada lo que se hizo ayer o hoy presentado como idílico. Si la discusión en educación va a reducirse a transformación si o no, estamos en el horno comprometiendo los futuros de las nuevas generaciones.

Planteamos tres órdenes de desafío que entendemos que en un marco de colaboración y de sinergias en la región iberoamericana, el Uruguay podría encarar en un horizonte decenal de política pública en educación 2025-2035. Estos serían: (i) avanzar hacia una educación bajo el compromiso de contribuir a forjar un nuevo orden civilizatorio que asuma las disrupciones planetarias en su conjunto; (ii) repensar los sentidos, ruteros y contenidos de la educación en su integralidad, transversalidad y unicidad con énfasis en las alfabetizaciones fundacionales y transformacionales; y (iii) apuntalar la transformación de la educación priorizando el fortalecimiento de las bases democráticas, de inclusión y convivencia, así como la transversalidad de la educación verde y azul y de la transformación digital como palancas de más y mejores aprendizajes así como de futuros más sostenibles para las nuevas generaciones. Este conjunto de desafíos requiere indefectiblemente de más y mejor estado que garantice el derecho a la educación en una acepción amplia – que implica el derecho a aprender, al conocimiento, a la información y a la conectividad gratuita en educación - y que convoque a diversidad de actores e instituciones para su ideación, gestión y concreción animados por un espíritu inclusivo y componedor.

El primer desafío: una educación que coadyuve a cementar un nuevo orden civilizatorio

La disrupción es moneda corriente en las vidas individuales y colectivas de personas, ciudadanos, trabajadores, emprendedores y comunidades, así como en las relaciones, interdependencias y balances entre los humanos y con la naturaleza como parte de un mismo ecosistema. Se trata de cambios exponenciales, profundos, sistémicos, complejos e inciertos que afectan todos los órdenes de la vida. Nada queda por fuera de los mismos.

La disrupción tiene que ver con los efectos superpuestos de: (i) la cuarta revolución industrial asociada a la mecanización de las tareas de baja intensidad así como la jerarquización de las competencias vinculadas al pensamiento autónomo, la creatividad, la empatía, la cooperación y la solidaridad; (ii) los desafíos poscovid que evidencian mayor receptividad a ampliar los espacios de formación en línea que se entienden como complementarios a los presenciales de cara a remover barreras y democratizar aprendizajes; (iii) la insostenibilidad de modus civilizatorios y estilos de vida de cara a formar a las nuevas generaciones para futuros mejores; y (iv) la irrupción, penetración y usos experimentales de la inteligencia artificial generativa que interpela los roles fragmentados de educadores y alumnos así como los supuestos, contenidos y estrategias de los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación predominantes (Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, 2020; 2021; OEI 2020; 2023; Opertti, 2021; 2022; 2023).

El primer desafío versa sobre el rol que la educación puede cumplir en contribuir a la política pública como palanca fundamental e insoslayable de un nuevo orden civilizatorio, saber:

  1. una revisión en profundidad de las maneras actuales de producir, consumir y distribuir, que se anclan en paradigmas económicos productivistas de apego a la explotación “infinita” de recursos finitos, de creencia en un crecimiento sin umbrales y sin regulaciones como dogma, de descuidar el bienestar integral y la salud mental de las personas y de las comunidades, y que hace caso omiso de las interdependencia y de los balances con la naturaleza. Se trata de encontrar nuevas maneras de encontrar puntos justos de equilibrio y de interdependencia entre los humanos y con la naturaleza superando el socio centrismo, que como argumenta el filósofo y teórico político, William Connolly, “suele estar unido a nociones de excepcionalísimo humano y de la naturaleza como un depósito de recursos para usar y dominar” (Connolly, 2023).
  2. fortalecer la formación ciudadana intergeneracional a través de nuevas formas de entenderse y de tejer la simbiosis entre valores que son apropiados como universales y vinculantes, que en gran medida dan cuenta de la convergencia de la humanidad en torno a una educación para la paz, los derechos humanos, la democracia y la ciudadanía glo-local, y la diversidad de valores particulares que son reducto legítimo de múltiples credos, afiliaciones y tradiciones y que, en todo caso, expresan un universalismo contextualizado y local que resulta a la vez diverso e incluyente. En tal sentido, es bien estimulante que los estados miembros de la UNESCO hayan aprobado por unanimidad, en el marco de las deliberaciones de la 42a reunión de la Conferencia General de la UNESCO (noviembre 2023), la “Recomendación sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible”, que revisa la recomendación adoptada en 1974 en tiempos geopolíticos turbulentos y que significa una reafirmación de valores universales que no solo no se contraponen a los particularismos sino que son garantes de su protección y desarrollo (UNESCO, 2023a).
  3. el cuestionamiento a visiones y prácticas consumistas, acríticas y si se quiere fatalistas en orden a entender y usar las tecnologías independizadas artificialmente de las inteligencias humanas (Harari, Harris y Raskin, 2023) que son precisamente las que le otorgan sentido y capacidad de contribuir al logro de bienes globales de la humanidad en su conjunto, y de la región y del país en particular.

Como se ya ensayado, con la mejor de las intencionalidades, y con resultados inconclusos y de bajos impactos, ya no basta con señalar que es necesario y saludable impulsar pactos políticos, sociales o de naturaleza similar, sobre transformaciones educativas en perspectivas de políticas públicas de largo aliento. Resulta fundamental elevar la calidad de las discusiones y de las construcciones colectivas de la política, y sustanciar una educación cimentada sobre (a) renovadas formas de posicionar a las personas en su integralidad como el cerno de la educación; (b) el ejercicio de una ciudadanía comprehensiva que promueva el pensamiento autónomo y libre; y (c) identidades y sentimientos de comunidad que acerquen a las personas e igualen en oportunidades de vida.

Los acuerdos de amplia base podrían basarse en cinco enfoques interconectados, a saber:

  1. inter e intra generacionales que propendan a establecer referencias y bases comunes de convivencia, desarrollo y bienestar sustentado en compartir responsabilidades y compromisos vinculantes.
  2. intersectorial ya que se entiende que progresar hacia efectivizar el derecho a la educación, a los aprendizajes, a la información, a los conocimientos y a la conectividad gratuita en educación requiere del fortalecimiento de la educación como política cultural, social, económica, ciudadana y comunitaria, y los correlatos de invertir más, mejor y estratégicamente en educación;
  3. interinstitucional que coadyuve a tender puentes y remover barreras entre múltiples formas de entender y gestionar la educación;
  4. interseccional que combata frontalmente prejuicios y discriminaciones, así como los discursos y las prácticas clasistas, racistas, de odio y de cancelación; e
  5. intercomunitario que valorice los aportes de las comunidades locales en forjar saberes relevantes y sostenibles para formar a las nuevas generaciones en visiones y prácticas más inclusivas y tolerantes de diversidad de credos y afiliaciones, así como más comprensivas y respetuosas de las relaciones mutuamente vinculantes entre los seres humanos y la naturaleza.

El segundo desafío: repensar la educación en su integralidad con foco en las alfabetizaciones fundacionales y transformacionales

Un segundo desafío versa sobre repensar la educación en sus fundamentos, propósitos, contenidos y estrategias en su globalidad, y como sustento de una visión integral de la persona alumno y de la persona educador, así como de la diversidad de experiencias de aprendizajes que coadyuvan al logro de tal visión.

La centralidad de la persona, su condición de ser especial inmerso en una constelación de circunstancias y contextos, es el punto de partida y de llegada de un sistema educativo y del conjunto de instituciones que lo sostienen comprometidos en facilitarle a cada alumno oportunidades personalizadas, sostenibles y relevantes de educarse y de aprender. Como asevera el pensador universal, Edgar Morin (2020; 2023), el ser humano es una conjunción indisociable e indivisible de aspectos individuales, biológicos y sociales que es la base sobre la cual se puede entender y apuntalar su complejidad.

Cabe enfatizar que el repienso de la educación se encuentra inextricablemente vinculado al nuevo orden civilizatorio que mencionamos como el primer desafío y que implica abrigar una visión amplia lo que supone a presente y a futuro, el conjunto de alfabetizaciones fundacionales y transformacionales que son la base imprescindible para comprender y actuar ante la complejidad y profundidad de los temas y desafíos que las personas enfrentan. Las mismas son parte insoslayable del poder disfrutar de la educación como un bien común global que engloba el derecho a la educación, a las sinergias entre los conocimientos globales y locales, a los aprendizajes en su diversidad y complementariedad, a la información -sin restricciones ni manipulaciones, y a la conectividad gratuita en educación comprendiendo el acceso a dispositivos, plataformas, recursos y contenidos.

Entendemos que las competencias de alfabetización pueden articularse en torno a cuatro dimensiones interconectadas, a saber, (a) lenguas, culturas y comunicaciones; (b) ciencias, humanidades y ética; (c) estilos de vida y de convivencia saludables, solidarios y sostenibles, y (d) compromiso global y local de ejercicio de la ciudadanía. La conexión con sentido de los diversos tipos de competencias, a través de la integración disciplinar, inter y transdisciplinar, son vías posibles a través de las cuales los alumnos pueden identificar las maneras más convincentes y efectivas de responder a desafíos y oportunidades. En toda situación de aprendizaje, las disciplinas son un sustento insoslayable de un desempeño competente.

El desarrollo articulado de un núcleo de competencias fundacionales y transformacionales podría sustentarse en dos miradas complementarias. Por un lado, el fortalecimiento de la educación en su condición de: (a) política ciudadana que cimenta democracia, convivencia y pluralidad; (b) política comunitaria que cimenta sentidos de pertenencia y de apropiación de conocimientos locales y globales; (c) política cultural que cimenta valores y a aprender a vivir con los diferentes y las diferencias; (d) política social que cimenta justicia, equidad y oportunidades y (e) política económica que cimenta calidad, excelencia y competitividad de los recursos humanos.

Por otro lado, si la educación es la integración de cinco órdenes de política, en cuya gestación y desarrollo involucra a diversidad de stakeholders educativos y societales, sus esferas de influencia y de acción, implican sistemas educativos abiertos y flexibles sin fronteras, sin barreras y sin umbrales, horizontalmente empáticos sustentados en liderazgos distribuidos y convincentes, y con la mirada puesta en expandir y democratizar las oportunidades de aprendizajes para todos los alumnos y todas las alumnas por igual.

No se trata solo de que los espacios de aprendizaje formal y no formal, o bien los sectores públicos, de la sociedad civil y privado, coordinen o se complementen o no se “pisen”. Esencialmente es cuestión de fortalecer confianzas y de compartir visiones potentes y vinculantes sobre la educación, así como que las alumnas y los alumnos naveguen de un espacio a otro, bajo concepciones de formación a lo largo y ancho de la vida, atendiendo a su diversidad de expectativas y necesidades, así como sustentado en la formación integral de la persona.

El tercer desafío: fortalecer la democracia, la inclusión y la convivencia, así como la educación verde y azul, y la transformación digital

Un tercer desafío tendría que ver como las visiones transformacionales y entrelazadas sobre la educación y la sociedad se podrían plasmar en un conjunto acotado y focalizado de prioridades que englobamos en tres temas, a saber: (a) el fortalecimiento de las bases democráticas, de inclusión y convivencia como eje fundamental de repienso de la educación; (b) la educación verde y azul como palancas de renovadas formas de educar y aprender para futuros mejores y sostenibles; y (c) la transversalidad de la transformación digital como ventanas de oportunidades para apuntalar y democratizar las oportunidades, los procesos y los resultados de los aprendizajes.

El primero de los temas versa como se cimenta desde los sistemas educativos, una formación integral democrática que sea entendida y apropiada por las generaciones más jóvenes, y que tengan la impronta de un diálogo franco y propositivo entre generaciones, más que de prescripción de ruteros y de “bajadas de línea”. Dicha formación tendría que coadyuvar a ahondar en el convencimiento y fortalecer la confianza en el valor de la democracia como modus de vida que implica el entrecruzamiento de la educación cívica, por un lado, enfocada en los asuntos de la política y la democracia, así como en el ejercicio de los derechos y responsabilidades como ciudadanas y ciudadanos, y por otro, la educación civil centrados en aspectos atinentes a la convivencia y a aprender a vivir con otros (Cox, 2017; Opertti, 2019).

El fortalecimiento de la democracia implica necesariamente jerarquizar la libertad en la educación en el sentido fundamental que señalaba el sociólogo y filósofo de la historia, Raymond Aron, “como acción intencional, que conlleva una elección y que supone para el individuo la posibilidad de hacer o no hacer” (1978), o como argumentaba la filósofa Simon Weil, citada por el doctor en filosofía, Alejandro del Río Herrmann (2023), que “Solo quien (de verdad) piensa puede disponer de sus propias acciones y, en esa medida, ser libre”.

Una educación en libertad implica ante todo la convicción y la confianza en que es posible poner el foco en que los alumnos piensen por sí mismos y exploren el significado de la vida en diversos ámbitos, teniendo en cuenta los dilemas éticos a los que se enfrentan diariamente. Como aseveraba el filósofo Walter Benjamin (Apprendre à Philosopher, 2016), la misión de la educación radica en promover la cultura e ilustrarnos con el objetivo de formar personas libres, portadores de ideales nuevos, así como forjar una humanidad más espiritual y racional. La reivindicación de la libertad nos hace ver sobre cómo la educación ayuda a problematizar las existencias individuales y colectivas, y permite apreciar la necesidad de ir más allá de visiones instrumentalistas sin un soporte sólido en valores y/o en cierta espiritualidad.

Un currículo de cuño progresista y con visión de futuro invita a los alumnos a pensar, procesar y tomar decisiones de forma independiente que les permitan ejercer plenamente su libertad, así como ayuda a cuestionar narrativas hegemónicas y sesgadas. No hay efectivamente progresismo en educación en contextos y marcos que restringen la libertad del alumno o de la alumna, o pretenden “alinearla” con los discursos políticamente correctos.

Asimismo, una educación en libertad es el cimiento de la conceptualización y el desarrollo de competencias tales como pensamiento crítico y solidario, creatividad, resiliencia y empatía. Difícilmente se puede adquirir, por ejemplo, la competencia de pensamiento crítico y solidario si la alumna o el alumno no dispone de oportunidades y espacios para acceder a diversidad de perspectivas sobre cualquier tema y así poder formarse su propia opinión (Opertti, 2022).

Lamentablemente la libertad en educación se enfrenta a la proliferación de mentalidades, culturas, políticas y prácticas, que asentadas en el prohibicionismo, la cancelación y/o el negacionismo, afrentan las libertades y esencialmente son fuente de generación y caldo de cultivo para la expansión de autoritarismos de las más variadas índoles. Tenemos que fortalecer las capacidades de los sistemas educativos de facilitar, profundizar y resguardar las libertades de educadores y alumnos bajo el más radical apego a la pluralidad y a la apreciación de las diferencias, y a respetar la humanidad de los otros como aseveraba el filósofo Michael de Montaigne (Benmakhlouf, 2023).

Por otra parte, es necesario encarar las situaciones de violencia intra y extramuros de los centros educativos, como esencialmente el resultado de las fisuras en las bases de entendimiento y de confianza mutuas entre personas, ciudadanos, instituciones y comunidades. No se trata solo de reconocer que las “aspirinas” compensatorias o remediales no revierten los componentes estructurales de la violencia, o que referirse a la multidimensionalidad de la misma no quita a nadie de responsabilidades, o que el fortalecimiento de la transversalidad de los aprendizajes sociales y emocionales en el currículo y la pedagogía es una manera efectiva de prevenir y actuar sobre la violencia entre pares y con educadores.

Muchas cosas que no se visibilizan como violentas son el producto, entre otras cosas, de las violencias identitarias, culturales, sociales, simbólicas y materiales. El abordaje integral de la violencia requiere resignificar el valor de la vida humana y de cada persona como tal, así como generar confianza para dialogar y construir colectivamente bajo el compromiso insoslayable de buscar eliminar las brechas que desdibujan todo imaginario de una sociedad de cercanías.  

El segundo de los temas tiene que ver con visualizar a la educación verde – vinculada esencialmente al cambio climático y a la biodiversidad - y azul – vinculada esencialmente a los océanos - como uno de los ejes fundamentales para profundizar en enfoques sobre sostenibilidad que permeen al sistema educativo desde el nivel de educación inicial en adelante, e inscripto en la Asociación para la Educación Ecológica liderada por la UNESCO (2023b). Se sugieren cuatro dimensiones interconectadas: a) modos inclusivos y participativos de gobernanza; b) prácticas de enseñanza, aprendizaje y evaluación transformadoras; c) ambientes de aprendizaje comunitarios a lo largo y ancho de la vida; y d) infraestructura sostenible localmente pertinente.

La primera de las dimensiones —modos inclusivos y participativos de gobernanza— supone efectivizar la voluntad política de generar confianza entre los gobiernos, los jóvenes, los educadores, los ciudadanos, la sociedad civil y el sector privado a efectos de forjar una agenda compartida de persecución del bienestar colectivo.

La segunda de las dimensiones —prácticas de enseñanza, aprendizaje y evaluación transformadoras— tiene que ver con facilitarle a cada alumno por igual un amplio rango de oportunidades y procesos de aprendizaje interdisciplinares y/o transdisciplinares, comunes a los diferentes niveles educativos, con el objetivo de fortalecer el entendimiento de los seres humanos y la naturaleza como parte de un único ecosistema que requiere atención y cuidado permanente.

La tercera de las dimensiones —ambientes de aprendizaje comunitarios a lo largo y ancho de la vida— implica mapear, apoyar y reconocer que los aprendizajes sobre educación verde y azul pueden provenir de orígenes diferentes. Puede generarse en cualquier lugar a través de la combinación e integración de ambientes de aprendizaje formales, no formales e informales en modos presenciales, digitales e híbridos de enseñanza y de aprendizaje, así como mediante el involucramiento de diversidad de instituciones y actores.

Los sistemas educativos deben asegurar que las oportunidades de aprendizaje ideadas y gestionadas en una multiplicidad de ámbitos son parte de un ecosistema de educación verde y azul donde instituciones con perfiles muy diferentes se comunican entre sí, comparten ideas, conocimientos y recursos, y aúnan esfuerzos para llegar a las personas y a los grupos más vulnerables ante los impactos del cambio climático y factores asociados.

La cuarta de las dimensiones —infraestructura sostenible localmente pertinente— refiere a cómo los espacios interiores y al aire libre de aprendizaje pueden coadyuvar para transversalizar la educación verde y azul desde la educación inicial en adelante. Por un lado, se trata de promover una fuerte y sostenida inversión en espacios amigables y abiertos de aprendizaje donde educadores y alumnos, entendiéndose como socios y con el apoyo de las comunidades, se comprometan a encarar desafíos relacionados con la educación verde y azul mediante iniciativas interdisciplinares o transdisciplinares. Por otro lado, también implica cambios actitudinales profundos en educadores y alumnos que permitan progresar hacia la apropiación progresiva de estilos de vida sostenibles, solidarios y saludables.

El tercero de los temas se refiere a la perentoriedad de asumir la transformación digital tanto en su globalidad como en su especificidad, como una oportunidad efectiva de mejorar y democratizar significativamente la calidad, pertinencia y relevancia de la educación. Nos parece que esto implicaría tres elementos interconectados.

Primeramente, se trata de preguntarse como un sistema educativo en su conjunto, entendido como un generador y facilitador de oportunidades de aprendizajes personalizados sin barreras ni umbrales, hace un uso proactivo y responsable de las tecnologías digitales, y crucialmente de la inteligencia artificial generativa, para entender mejor e intervenir a tiempo en aras de lograr aprendizajes relevantes, efectivos y sostenibles. Las piezas y los componentes del sistema educativo tienen que interactuar sostenidamente para lograr que los aprendizajes se concreten y evidencien.

En segundo término, la transformación digital abre a la posibilidad de progresar desde modos presenciales y remotos, como componentes separados, a modos híbridos de enseñanza, aprendizaje y evaluación que se encuadran en lo que entendemos por hibridación. La hibridación supone la combinación de enfoques, estrategias, ambientes de aprendizajes y ofertas educativas, entre otros aspectos, para potenciar al alumno o a la alumna y sus procesos de aprendizajes. Bajo este paraguas, los modos híbridos pueden ser visualizados como maneras de combinar e integrar presencialidad y virtualidad con el objetivo de ensanchar, democratizar y sostener las oportunidades de aprendizaje de todos los alumnos atendiendo de manera personalizada su potencial de aprendizaje (Opertti, 2021; UNESCO-IBE, 2023).

En tercer término, y como correlato de los modos híbridos, se tendría que seguir avanzando en efectivizar el derecho a la conectividad gratuita en educación como un bien común global que comprenda los usos de dispositivos, plataformas, recursos y contenidos educativos, y que su efectiva consecución devenga en un potente igualador de oportunidades.

A la luz de la declaración sobre conectividad en educación – conocida como Rewired Global Declaration on Connectivity for Education – impulsada por la UNESCO con el apoyo de Dubai Cares (UNESCO, Dubai Cares, 2021), entendemos que la efectivización del derecho a la conectividad supone un fuerte y sostenido esfuerzo de los gobiernos en partenariado con actores e instituciones de la sociedad civil y del sector privado. Esto  implicaría: (a) garantizar la universalización de la conectividad en todo lugar y momento para cada alumno por igual; (b) profundizar en el desarrollo y mantenimiento de plataformas públicas y regionales que, alineadas con los currículos nacionales, faciliten que educadores y alumnos de toda la región iberoamericana puedan producir, colaborar e intercambiar sobre contenidos digitales; y (c) curar y monitorear la adaptación y aplicación de los recursos digitales y su contribución efectiva al mejoramiento de la enseñanza y de los aprendizajes con foco en las innovaciones pedagógicas.

Por otra parte, la IA nos plantea el desafío de redefinir el sentido y la dirección de la inteligencia humana, y de invertir decididamente en su desarrollo.  Se trata de fortalecer las capacidades humanas, que como se sabe, son el resultado de interacciones evolventes entre los genes, el cerebro y los estímulos. Las investigadoras Sophie Brasseur y Catherine Cuche señalan que el reconocimiento de que los genes tienen una fuerte incidencia en el desarrollo de habilidades y competencias que son fundamentales para que las personas puedan actuar competentemente frente a diversos desafíos no implica relativizar la incidencia de la educación, sino más bien dimensionar su rol clave para apuntalar las oportunidades y necesidades de aprendizaje de cada alumno o alumna (Brasseur & Cuche, 2022).

Nos parece esencial que la región y el país en particular, avance en iniciativas, como las esbozadas en el informe de la OEI y Profuturo (2023), que apunten al desarrollo de métodos educativos, que como afirma el neurobiólogo, Laurent Alexandre (2023), refiriéndose al contexto de Francia, permita contrarrestar las desigualdades neuro genéticas, que, combinadas con desigualdades socioeconómicas, pueden transformarse en un factor poderoso de exclusión de los más vulnerables. La razonable igualación de las inteligencias humanas atendiendo la diversidad de contextos y situaciones, puede constituir un factor crítico para que las personas puedan direccionar la IA hacia objetivos de bienestar, inclusión y convivencia, y a la vez, devenir en una palanca fundamental de mejoras sustantivas en los aprendizajes.

Asimismo, siguiendo lo señalado por el Presidente de la universidad Southern New Hampshire, Paul Leblanc, y el Fundador y Presidente de la universidad privada europea Forward College, Boris Walbaum, la IA nos plantea el desafío de poner la mirada en el ser humano más allá de las máquinas, esto es, en las dimensiones sociales y emocionales que están en el cerno de la identidad humana – entre otras, fortalecer la confianza, la capacidad de comprender a otros y la empatía intergeneracional - ya que crecientemente la IA va a realizar gran parte del trabajo que hacemos actualmente (Leblanc & Walbaum, 2023) . Resulta fundamental fortalecer la inversión social y educativa en apuntalar las inteligencias de las personas a través de los ciclos vitales de infancia, niñez, adolescencia y juventud bajo un marco integral de abordaje de las necesidades y de sinergias intersectoriales e interinstitucionales.

En resumidas cuentas, la agenda educativa en clave decenal país de construcción colectiva 2025-2035 podría tomar nota de tres órdenes de desafíos: (a) avanzar hacia un nuevo orden civilizatorio que asuma las disrupciones planetarias; (b) repensar los sentidos, ruteros y contenidos de la educación en su integralidad con foco en las alfabetizaciones fundacionales y transformacionales; y (c) apuntalar la transformación de la educación priorizando el fortalecimiento de las bases democráticas, de inclusión y convivencia, así como la transversalidad de la educación verde y azul y de la transformación digital como cimientos de futuros mejores y más sostenibles para las nuevas generaciones.

 

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